Hermann y Dorotea by Wolfgang von Goethe Johann

Hermann y Dorotea by Wolfgang von Goethe Johann

autor:Wolfgang von Goethe, Johann [Wolfgang von Goethe, Johann]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Relato, Clásico
publicado: 1798-03-18T23:00:00+00:00


CLÍO

La época

E

L cura interrogó al juez sobre algunos detalles referentes a la desgracia de su gente y el tiempo transcurrido desde que habían huido de su pueblo.

—Nuestros sufrimientos —respondió— vienen de lejos; hemos bebido las amarguras de nuestra época, amarguras mucho más horribles por haber sido engañadas nuestras más dulces esperanzas. Cuando el primer rayo del nuevo sol apuntó en el horizonte, cuando se oyó hablar de los derechos comunes a todos los hombres, de la libertad vivificante y de la igualdad bienhechora, todos sentimos que nuestros corazones henchidos de entusiasmo latían con más fuerza y vitalidad y que nuestros pechos eran más libres. Entonces todos confiamos en una nueva vida y en una existencia mejor. Las cadenas sostenidas por la ociosidad y el egoísmo que sujetaban a tantos países, parecían próximas a desatarse. Todos los pueblos oprimidos volvían sus ojos hacia la gran ciudad, considerada, desde tiempo, como capital del mundo y entonces más que nunca digna de este título. Los nombres de los primeros hombres que proclamaron la libertad fueron igualados a los nombres célebres cuya fama llega a los cielos. Cada uno sentía renacer en sí mismo el ardor, el entusiasmo y la palabra. Nosotros, por ser los vecinos más próximos, fuimos los primeros en sentir el fuego de este ímpetu. Y la guerra se nos vino encima: los batallones franceses invadieron nuestro suelo; pero parecían movidos por sentimientos amistosos. Y en efecto, así fue en un principio. Se sentían magnánimos, plantaron gozosamente los árboles alegres de la libertad, nos prometieron que no invadirían nuestros dominios y que sería respetado el derecho de todo hombre a gobernarse por sí mismo. La juventud se sintió loca de alegría y los viejos hicieron otro tanto, y los nuevos estandartes fueron acogidos por danzas y festejos. Los franceses, triunfantes, conquistaron muy pronto el corazón de los hombres por su vivacidad y entusiasmo, y en seguida se hicieron dueños del de las mujeres por su gracia atrayente. El mismo peso de las numerosas necesidades impuestas por la guerra nos pareció ligero; las alas de la esperanza nos llevaban hacia el porvenir, en el que nuestras miradas descubrían caminos nuevos y resplandecientes. Si son hermosos aquellos días en que el mozo lleva al torbellino de la danza a su novia esperando la hora de su casamiento, más bellas fueron todavía aquellas jornadas en que aquello que el hombre considera como un bien supremo parecía tan próximo a nosotros y alcanzado fácilmente. Todo el mundo se sentía elocuente: ancianos, adolescentes y hombres maduros hablaban el mismo lenguaje y sus pensamientos eran elevados, y sublimes sus sentimientos.

»Pero muy pronto el cielo se oscureció; una raza perversa, indigna de ser el instrumento del bien, usurpó el poder, y sus hombres se lanzaron a una matanza criminal entre ellos, oprimieron a los pueblos vecinos, sus nuevos hermanos, y arrojaron sobre sus nuevas víctimas enjambres de hombres rapaces. Los jefes nos robaban en masa, y los inferiores —incluso el más insignificante— nos desvalijaron y se llevaron nuestros despojos.



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